Editorial
Les compartimos la interesante colaboración de José Parra.
Una de las razones por las que La torre Eiffel provocó tanta controversia en un principio fue tal vez el hecho de que todo gran cambio de paradigmas, toda innovación, todo replanteamiento de formas y estructuras encuentra siempre resistencia, sin importar cuan benéfico pudiera resultar para el entorno o desarrollo de una comunidad, lo vemos con la tecnología y redes sociales por ejemplo, ya que a pesar de ser una gran avance en la democratización e intercambio y flujo del pensamiento, no deja de tener detractores.
Es esta resistencia natural a los cambios de cualquier tipo la que funciona como un excelente argumento para justificar casi cualquier cosa, desde una decisión gubernamental hasta una nueva forma de Arte. Podemos poner una cama sin tender en una de las mejores galerías de Londres; si no se entiende será por falta de criterio o porque está “adelantada a su tiempo” y si tiene detractores aún mejor! La torre Eiffel los tuvo y es ahora el más grande ícono de la capital francesa. La arrogancia que en algún casos contiene este argumento parecería afirmar que una sociedad o individuo carecen de la capacidad para saber lo que es mejor para misma a la postre.
Bajo este argumento se ha defendido pues una de las más grandes (literalmente) aberraciones del arte, digna de una nota de “El Deforma”. De hecho tengo que confesar que la primera vez que vi la nota tuve que verificar con las más diversas fuentes para asegurarme que de verdad no era un broma.
El escultor Sebastián nos ha regalado un legado que definitivamente pasará a la historia, aunque sea por las más equivocadas razones, sí … el mismo escultor de los arcos del milenio que aún no han podido alcanzar ese nivel icónico que otros sitios alcanzan a meses de su construcción o reubicación. Si no, veamos el fenómeno del puente atirantado Matute Remus o la reubicación de la Estampida de Jorge de la Peña en la ahora “Glorieta de los Caballos” en Guadalajara que son hoy dos puntos que hacen las delicias de novias y quinceañeras, parámetro inequívoco de que un sitio se ha ganado su lugar en la sociedad tapatía.
Pues bien, el pasado 13 de diciembre se presentó en sociedad el “Guerrero Chimalli”, una estructura antropomorfa que con sus 60 metros de altura, 600 toneladas y 35 millones de pesos "protegerá a los habitantes de Chimalhuacán de la pobreza" como apuntaría el Gobernador de Estado de México Eruviel Ávila o como lo conocen algunos de sus más célebres simpatizantes: “Eluvier”.
La pieza del escultor Sebastián supuestamente se trata de un guerrero que porta un escudo y un arma que más bien parece una antorcha pero su estética, digna de un estuche de hasbro o mattel, parecería dejar entrever una intención fallida, una que carece de toda elegancia y se queda justo a la mitad entre la representación de la realidad y una interpretación libre dentro de la misma estética del escultor. Da idea más bien de ser un verdadero homenaje al animé japonés cuya estampa nos recuerda a todos nuestros héroes mecánicos de los ochentas, aquellos que luchaban contra el mal al lado de Mazinger Z y Afrodita, Optimus Prime o incluso los mismísimos Power Rangers.
Aún si esta escultura defendiera a los habitantes de la pobreza la pregunta sería: Y quien los defenderá de la ignominia?
La pieza monumental ha sido blanco de cualquier cantidad de críticas y memes, a lo que el maestro escultor ha respondido con el argumento antes mencionado, llamémosle “Argumento Eiffel” que reza que dicha torre encontró al principio una resistencia similar, que se vio envuelta en controversia y que a pesar de ello terminó convirtiéndose en una figura icónica. Pienso entonces en otras piezas del maestro como los arcos del milenio o aquella escultura que se dice fue rechazada en Japón y tuvo que terminar como obsequio para el pueblo de Irlanda, hoy conocida como “Awaiting the Mariner” o como la llaman cariñosamente los lugareños: “Sore in the Shore” (la llaga o el dolor de la costa), lo que hace pensar que que un trabajo como guerrero Chimally se encuentra muy lejos de tener una similitud real con el trabajo del despacho de Gustave Eiffel salvo por esa indiscutible habilidad política y comercial para cristalizar sus proyectos.
Por lo pronto el Guerrero de 35 millones de pesos se yergue sobre el paisaje de Chimalhuacán, un municipio con un 62% de población en situación de pobreza y 13.7% en situación de pobreza extrema según datos del 2010 del Coneval (Consejo nacional para la Evaluaciónde la política social).
Esperemos pues que esta escultura por lo menos cumpla con ahuyentar cualquier cantidad de malévolos robots monstruo y dinosaurios de cualquier otro tipo y en cambio atraiga si no a los amantes de la belleza por lo menos a los fanáticos de Voltron y a uno que otro curioso.
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